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Bajos más altos

Entender que la sanación no es lo que uno generalmente cree, es doloroso y chocante.

Cuando comencé en el mundo de las terapias, creía inocentemente que llegaba un punto en el que uno “sanaba”. Pensaba que el dolor desaparecía, las relaciones mejoraban y el final de película tocaba tu puerta. Pero no me di cuenta de que eso no es así.

Lo mismo creía de la felicidad. Durante mucho tiempo la perseguí, colocándola en distintos lugares y objetivos, solo para darme cuenta después de que lo que creí que me haría feliz solo me daba un placer momentáneo. Luego volvían los mismos problemas de siempre, o mi mente establecía otro objetivo a futuro que supuestamente me haría feliz. Pero ya puedes adivinar qué iba a pasar con ese objetivo.

Durante mucho tiempo estuve buscando los “altos” de la vida: la dopamina, la adrenalina, el momento de película. Y sí, se siente tremendamente bien, pero es efímero. Eventualmente, queramos o no, debemos lidiar con nuestros propios vacíos e incoherencias internas. Poco a poco nos damos cuenta de que, en realidad, esos “altos” de la vida no nos llenan.

Sabemos que lo que viene después de esos grandes “altos” es la presencia de los “bajos”, que son completamente normales al tener una mente dual que se mueve entre polos. En un mismo día podemos sentirnos capaces de absolutamente todo, para luego en la noche caer en la idea de que hemos fracasado.

Y es esto precisamente de lo que quería hablar. Durante mucho tiempo vi la felicidad como una forma de esquivar los “bajos de la vida”, pero no funcionó. Los bajos llegaron igual. De igual manera, tiempo después, comencé a ver la “sanación” como una forma de, nuevamente, esquivar los “bajos de la vida” y mantenerme en los “altos”, experimentando mi “mejor versión”. Pero, nuevamente, no funcionó. Me di cuenta de que no se trata de eso.

A mi forma de ver las cosas, en esta encarnación, teniendo una mente dual que se mueve entre polos, la sanación tiene que ver con aprender a experimentar bajos más altos.

Lo que quiero decir con esto es que, si por ejemplo, yo tengo una herida relacionada con el rechazo, “sanar” no va a hacer que nunca más vuelva a experimentar un rechazo o que nunca más me vuelva a doler sentirme rechazado. Obviamente, vamos a volver a atravesar situaciones como esta y obviamente van a doler. Seguimos siendo humanos. Pero se puede vivir de forma distinta. Puede doler mucho menos si he aprendido a lidiar con esa sensación, si aprendí que el rechazo no es personal, si entendí por qué esa experiencia me duele tanto y qué recursos puedo emplear en esos momentos para salir del laberinto.

La vida es dual, nuestra mente es dual y nada va a cambiar eso. Ningún objetivo a futuro nos va a traer una felicidad permanente, ni tampoco ninguna terapia o método va a lograr que estemos siempre en nuestra “mejor versión”. La vida es cambiante, nuestra mente es compleja, no es perfecta pero es real. Por lo que, desde mi punto de vista, tal como decía Carl Jung, la sanación no tiene que ver con fantasear figuritas de luz, sino con hacer consciente nuestras sombras, aprender a coexistir con ellas de la mejor manera posible. Alcanzar bajos más altos.

Y es aquí donde entra el rol de las terapias, que es aprender nuevas herramientas y recursos que nos permitan lidiar un poco mejor con nuestras heridas del pasado y con las situaciones desafiantes que se nos presenten. De hecho, en los acompañamientos que realizo, hay una sesión a la que llamo “la salida del laberinto”, enfocada en saber identificar cuando nuestras heridas se activan y cómo “desactivarnos” en el menor tiempo posible. Es decir, cómo lograr que esos bajos emocionales de la vida duren un par de horas o días, pero no semanas, meses o años.

Podemos seguir buscando los “altos” de la vida, no hay nada de malo en ellos, pero también debemos ocuparnos de los “bajos”. Y tal como he dicho hoy, ocuparnos de los bajos no tiene que ver con encontrar la manera de esquivarlos, sino de aprender a lidiar con ellos de la mejor manera posible.

Antes de comenzar mi proceso de sanación, los bajos de la vida me llevaban realmente al suelo y podían durar meses, incluso llegué a experimentar depresión durante un año. Hoy por supuesto que los bajos siguen apareciendo, pero últimamente se sienten como una rabia profunda en mi pecho que dura 30 minutos o dos horas como máximo y luego vuelvo a estar calma. Soy plenamente consciente de que aún tengo muchas cosas por sanar relacionadas con esa rabia que aparece en mí, pero también puedo ver lo tremendamente “altos” que son mis bajos actuales comparados a 5 años atrás.

Espero encuentres la manera de aprender a experimentar bajos más altos, da salir de tus propios laberintos.

Si no sabes por dónde partir, puedo ser de ayuda.

Un abrazo,

Ignacio.

Imagen del autor

Quién soy yo?

Mi nombre es Ignacio Urzúa, me dedico a realizar acompañamientos uno a uno para ayudar a las personas a identificar y romper patrones de pensamiento y comportamiento repetitivos que limitan su vida. Me centro en explorar la infancia y la historia familiar de mis consultantes para entender y abordar los conflictos recurrentes en sus vidas.

Los beneficios de este acompañamiento incluyen el desbloqueo de obstáculos en las relaciones, la mejora de la calidad de las relaciones, la identificación de creencias limitantes, la reducción del estrés y el fomento del amor propio. La mayoría de mis consultantes describen las sesiones como un gran despertar, al darse cuenta hasta qué punto repetían su historia familiar y dirigían su vida en base a sus heridas de infancia.

Estaré encantado de acompañarte en tu proceso. 

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