No sé mucho sobre el karma, ni tampoco entiendo por qué tenemos que atravesar tantas situaciones dolorosas, pero sí sé por qué se repiten.
Hay una explicación detrás de nuestras elecciones de pareja, fallidas o acertadas, así como también existe una explicación detrás de las experiencias que se repiten en nuestras relaciones de amistad, con colegas en el trabajo y con nuestra familia en general.
Y no, no tiene nada que ver con el karma.
Existen muchas respuestas simples a grandes conflictos sin abordar, o sin siquiera aproximarse a la profundidad necesaria.
Es común escuchar que una mujer está buscando a alguien parecido a su padre en sus relaciones de pareja, pero a mi parecer eso es una explicación simplista.
Hay algo mucho más profundo en esta situación.
Hay algo mucho más profundo en cada evento que se repite en nuestra historia.
Y es la presencia de la represión y sus fases.
Conflicto reprimido, conflicto revivido.
La verdad no contada, ni tampoco enseñada, es que las emociones no procesadas tienden a retornar de maneras completamente inesperadas.
Supongamos que en tu relación de pareja sientes que no se reconoce lo que haces, que por mucho que intentas hacer todo bien y que tu pareja esté feliz en la relación, sientes que no lo logras y eso te frustra, llevándote a concluir que la situación es injusta y que tu pareja no te sabe valorar. Lo que te hace incluso cuestionar si dejar la relación.
Una de las conclusiones a las que podemos llegar fácilmente es que esto se debe a un conflicto de comunicación, de personalidad, de dinámicas propias de la relación, o dificultades momentáneas (como el nacimiento de un hijo, el fallecimiento de un ser querido, problemas con la familia de origen o de dinero, etc). Y sí, por supuesto que todo esto afecta y es importante tenerlo en consideración, pero también existe algo más profundo que no es tan fácil de ver.
El gran problema de esta situación es que, cuando uno vive en primera persona la frustración y la falta de reconocimiento, se sienten como algo muy nuevo y muy único, como si fuera la primera vez que atravesáramos por este conflicto, pero no es así. Probablemente nos sentimos de la misma manera con casi todas nuestras ex parejas, lo que quiere decir que esto más que un conflicto de comunicación, es la presencia de un patrón que se repiten en las relaciones.
Y sí, aquí nuevamente podemos saltar a conclusiones. Podemos creer fácilmente que tenemos un karma que nos hace repetir lo mismo, que tenemos mala suerte, que estamos maldecidos, que hay algo mal en nosotros, etc. Pero hay otra explicación más lógica y para llegar a ella debemos hacernos las preguntas adecuadas.
¿Qué es lo que piensas, sientes y haces cuando esto sucede?
Si, por ejemplo, cada vez que tu pareja se queja de algo, tu piensas “que se queja de lleno” “que no sabe apreciar lo que tiene” o te preguntas “qué más quiere”. Y esos pensamientos te llevan a sentir frustración o enojo, conectando con una rabia profunda en tu pecho, entonces tal vez es momento de preguntarte
¿Cuándo fue la primera vez que en tu infancia o adolescencia te sentiste de esta misma manera?
Si esta pregunta te lleva a cualquier clase de recuerdo, por vago o confuso que sea, quiere decir que el verdadero conflicto se encuentra en tu pasado.
(Tengo un video en Youtube que puede servir de guía inicial en este proceso)
He aquí el meollo del asunto. La gran mayoría de las personas asumen haber tenido una infancia feliz. Sin embargo, nuestra memoria es selectiva y generalmente nos quedamos con algunos pequeños fragmentos de la historia. Lo que no quiere decir que no hayamos sido felices, pero muchas veces ignoramos el dolor que sentimos en esa época.
Tal vez en tu infancia te pudo pasar que tus padres, por presentes que fueran, tuvieran un mundo emocional caótico, en el que sentiste que tus emociones no eran tan importantes como las de ellos, por lo que te transformaste en alguien que no da problemas y que se guarda todo lo que siente.
Tal vez tuviste padres que iban y volvían en su relación, y sin darte ni cuenta perdiste la confianza en ellos. De a poco su palabra dejó de tener validez y a temprana edad sentías que ya no podías contar con ellos.
Tal vez tuviste padres que sólo estaban pendientes de producir dinero, pero no estaban disponibles afectivamente.
Tal vez te criaste en un patriarcado en donde siempre viste a una madre sumisa, que sin darse ni cuenta te enseñó que para ser querido es necesario complacer.
Y sí, sé lo que vas a decir: no recuerdo nada de esto o no recuerdo haberme sentido así.
Es este el punto neurálgico. Que no recordemos cómo nos sentimos, no significa que no haya pasado.
Y el dolor, hasta yo sé no se evapora.
Sino que más bien retorna.
En ¿dónde retorna? Pues precisamente en nuestras relaciones de pareja.
Lo que se repite una y otra vez es la forma en que nos sentimos. Lo que se repite es la herida. Es nosotros volviéndonos a sentir de la misma manera.
Volviendo a sentir esa frustración y rabia de no ser reconocidos o tener espacio.
Volviendo a sentir esa desconfianza.
Volviendo a sentir esa ausencia.
Volviendo a sentir esa sumisión.
El dolor demanda ser sentido. El dolor que no miramos, el dolor que hacemos como que no pasó, es el que tiende a mirar.
Necesitamos volver a mirarnos. Necesitamos entender el mensaje que comunican nuestras relaciones. Necesitamos encontrar la manera de reparar en nosotros eso que, sin darnos cuenta, estamos repitiendo en nuestras relaciones.
Creo que el 90% de mis consultantes estaban convencidos de que su infancia fue tremendamente feliz, para que luego en 50 minutos de la primera sesión se dieran cuenta de que no fue tan así, y que de hecho, el dolor que experimentan en sus relaciones de parejas es exactamente el mismo que sintieron en su infancia y que nunca habían procesado.
Pero no, esto no es un karma.
Es una invitación a sanar.
Escucha el mensaje, atiende tus emociones que son el puente al inconsciente. Ve a dónde te llevan.
Hace unos meses atrás dejé algunos videos en YouTube que pueden ser ayuda en esta área. He aquí el link.
Gracias por leerme,
Ignacio.