En algún punto, todos estamos heridos.
De distintas maneras
En diferentes áreas
Pero a todos nos aprieta el zapato.
Incluso quien pareciera tenerlo todo, tal vez está aterrado de perderlo todo.
Tenemos miedos, heridas o vacíos, como prefiramos llamarlo.
Y aunque son distintos en cada uno de nosotros, tienen algo en común.
Olvidamos que son nuestros.
Es curiosa la manera en que intentamos resolver, o mejor dicho, luchar con nuestros miedos.
Si le tenemos miedo a la soledad, probablemente haremos todo lo posible para no estar solos, para tener a alguien a nuestro lado, muchas veces sin importar la calidad de la compañía. Lo que ya es un conflicto, pero hay algo aún más problemático.
Luego de lograr encontrar esa compañía que supuestamente iba a ser la solución a nuestro sentimiento de soledad,
Adivina qué.
Nos sentimos solos igual.
Y es que hay algo que olvidamos.
El sentimiento de soledad es de nosotros, no es de alguien más.
Viene de adentro.
Y lo que está adentro de nosotros no puede ser resuelto en otro lugar.
Porque tanto el bloqueo que nos hace sentir solos, incapaces de disfrutar de nuestra propia compañía, así como también la solución, están dentro de nosotros.
Pero pareciera ser precisamente este punto el que intentamos obviar y seguimos aplicando soluciones externas para conflictos internos.
Sabes ¿por qué?
Porque nos da miedo.
Nos da miedo sentir nuestros propios vacíos o heridas,
y hacemos cualquier cosa con tal de camuflarlos o anestesiarlos,
pero como bien sabemos, el dolor demanda ser sentido.
De otra manera, sólo lo continuamos llevando a otros lugares, transformándose en un patrón.
Es como si quisiéramos perder el contacto con esa parte de nosotros que tal vez se siente sola, angustiada, desvalida, insegura, enojada, triste, etc.
Pero, ¿qué ocurre si perdemos contacto con una parte de nosotros?
Perdemos contacto con otras partes que están relacionadas.
Efectivamente nos desconectamos, pero no solo del dolor, sino también de nuestra fuerza interior, alegría, amor, compasión, nuestra propia verdad (autenticidad), compasión, etc.
A veces es necesario cambiar la estrategia, ¿qué tal si intentamos integrar esa parte de nosotros en vez de continuar evitándola?
Qué pasaría si Intentamos habitar esa soledad, ese miedo, esa rabia, inseguridad, desconfianza, etc.
Intentamos comprenderla.
Acompañamos esa parte de nosotros.
La contenemos, como si se tratara de un niño que se siente solo, angustiado o enojado.
Nos preguntamos, ¿de dónde viene esta sensación?
¿Desde cuándo sentimos este dolor?
¿Qué recursos podemos emplear cuando nos sentimos así?
En resumen, ¿cómo podemos empezar a ser ese buen amigo que nos acompaña en los momentos duros, en vez de continuar siendo aquella persona que invalida, crítica o minimiza lo que sentimos?
Es desde esta vereda que comenzaremos a reparar esa parte de nosotros que está herida,
en vez de continuar huyendo de ella.
Y de esta manera, integrando esta parte de nosotros,
que comenzamos a reconectar con nosotros mismos,
con nuestra esencia,
con la vida misma.
Y el resultado es que poco a poco uno comienza a experimentar gratitud en vez de los mismos miedos. Algo se alinea, algo se recupera en nosotros.
Y volvemos a sentir
Compasión
Conexión
Creatividad
Calma
Claridad
Curiosidad
Confianza
Coraje.
Repara en ti eso que esperas que alguien más haga por ti.