Este mensaje va directo para ti si estás pasando por un momento de tensión fuerte.
Si no es ahora, quizá esto te sirva para cuando llegue el próximo terremoto. Porque sí, en algún momento, va a llegar (literalmente si vives en Chile).
Spoiler: lo que te diré es controversial y va en contra de todo sentido común.
Por experiencia puedo decir, tanto en mí como en mis consultantes, que cada vez que el miedo aparece en escena, ¿qué hacemos? Tratamos de evitarlo.
Nos distraemos, llenamos la cabeza con cualquier cosa, como si eso de verdad arreglara algo. Lo único que logramos es posponer el miedo para las 4 o 5 de la mañana… y te imaginarás que el día siguiente no es muy placentero que digamos.
Otra reacción muy común es negar ese miedo. Pero ojo: negar una emoción es como ponerle fertilizante a la ansiedad. Es hacer que crezca a lo grande, hasta que te consuma. Lo que realmente logramos es meternos en una pelea interna, tratando de “pensar positivo”, pero luego vienen otros pensamientos en cadena, y pasamos horas -o días- discutiendo en nuestra cabeza. Si estas discusiones fueran en voz alta, ¿te imaginas cómo se verían?
Ah, y también está la opción de intentar resolver todo de inmediato. Como si fuera buena idea tomar decisiones desde un estado de pánico… Todos lo hemos visto: cuando el guerrero va calmado, llega más lejos. Quizás actuar frenéticamente no es la mejor alternativa para calmar nuestros miedos.
Entonces, ¿qué hacer en esos momentos de terror?
Aquí viene la parte donde te pido algo que quizá nadie quiere escuchar: acepta y ríndete.
Sí, leíste bien. Y no es rendirse como “tiro la toalla”, sino como “dejo de huir de lo que siento”.
Si el miedo aparece, si te viene una idea fija, culpándote o pintando escenarios catastróficos, lo peor que puedes hacer es evadirlo o luchar contra él. Mejor acepta que está ahí y reconoce que es una posibilidad real. No te engañes a ti mismo.
Por ejemplo, ¿te da miedo que tu pareja te sea infiel? No te tortures tratando de negar que eso podría pasar. Porque sí, puede pasar. O tal vez temes que te despidan del trabajo. Claro, es posible, aunque las probabilidades sean mínimas. Pensar positivo no te va a calmar, pero la honestidad radical sí.
¿No te sientes seguro cuando hablas con alguien que te dice la verdad? ¿Y entonces por qué no ser honesto contigo mismo? ¿Para qué mentirte? Si quieres seguridad en tu vida, empieza por ser sincero.
Cuando aceptas lo que sientes y te hablas con honestidad, ya diste el primer paso. Lo siguiente es rendirte al resultado.
“Rendirse” suena mal porque pensamos que es fracasar. Pero no hablo de resignación. Rendirse es aceptar que hay cosas fuera de nuestro control, que, aunque queramos cambiar a los demás, las circunstancias o lo que sea, no está en nuestras manos. Cuando te rindes, renuncias a ver ese resultado ideal como una necesidad para ser feliz.
Por ejemplo, yo quiero tener mi casa propia, pero también acepté la posibilidad de que quizá nunca la tenga. No significa que no siga ahorrando, pero he renunciado a que mi felicidad dependa de eso. Elijo que, tenga casa propia o no, igual voy a ser feliz como arrendatario. Esto ha sido clave para no transformar ese tema en una dosis de ansiedad.
Es un cambio radical, lo sé, pero créeme: aceptar que puedes ser feliz aunque tu miedo se haga realidad es liberador. Pruébalo.
Yo no te lo digo porque lo leí en un libro; lo digo porque me ha servido.
PD: No digo en ningún caso que lo tenga dominado. Las veces que lo he aplicado me ha funcionado increíble, pero cuando no lo hago… uff, el resultado ha sido fatal. Sin ir más lejos, el lunes pasado me encontré atrapado en esos mismos patrones: evadí lo que me tenía tenso, discutí horas con mi cabeza, y después me puse a buscar soluciones hasta la 1 de la mañana. ¿Resultado? Insomnio y un martes no mucho que el día anterior. Me hubiera venido bien recordar lo que acabo de decirte.
PD de la PD: hice un video de youtube de menos de 3 min hablando sobre otra forma de lidiar con nuestros miedos e inseguridades. Es un poco más fácil de aplicar que la que propongo en esta newsletter, digamos que es un punto intermedio.
Tu peor enemigo no son tus miedos, eres tú evitándolos
Buen domingo,
Ignacio