Partamos con una confesión. Me comunico mal.
Rai está empezando a hablar, dice “mamá”, “papá”, “ahí está” y “nanai”. Y claro, me encanta verlo crecer, pero al mismo tiempo me da un poco de susto. Porque el pequeño lorito está empezando a copiar todo lo que escucha. Cada palabra. Y sí, también cada grosería.
Así que con la Caro llegamos a un acuerdo en el que claramente voy a salir perdiendo: cada garabato cuesta 500 pesos. Fácil decirlo, pero no tan fácil hacerlo. Hoy, lunes, ya perdí 2.000 pesos. No logré evitar que mi boca soltara cuatro inocuos garabatos al almuerzo (para qué negarlo, algunos están casi tatuados en cada chileno).
¿Y a dónde voy con esto? A que me di cuenta de lo poco que a veces controlamos nuestras propias palabras. O bueno, en mi caso, lo poco que logro controlar las mías por ahora.
Y si eso ya cuesta, imagínate lo que pasa con nuestros pensamientos. Esos sí que andan como Pedro por su casa.
Ahora que rompimos un poco el hielo, pregunto; ¿Y si hiciéramos algo parecido con nuestra mente? ¿Qué pasaría si en vez de tomar cada pensamiento como verdad absoluta, nos atreviéramos a cuestionarlo?
Porque, seamos honestos, la mayoría de nosotros repite el mismo tipo de pensamientos una y otra vez. Es como si viéramos la vida desde una sola perspectiva, fija y rígida. Entonces, el que cree que sus parejas siempre lo traicionan, va a ver esa misma traición en sus amigos, compañeros de trabajo y hasta en la familia.
Lo mismo con quien cree que siempre “lo dejan solo” o que “son injustos”.
¿Te das cuenta? Al final, terminamos viendo lo que esperamos ver, pero ¿realmente es así? ¿O será que repetimos una y otra vez la misma interpretación de las cosas, y no los hechos en sí?
(Sí, ya me fui en la deep, no lo puedo evitar)
Si no nos damos la oportunidad de cuestionar cómo vemos las cosas, todo sigue igual, como en un bucle.
Este tema da para largo. En sesiones, esto se llama “trabajo del ego”, y te hace enfrentar una verdad incómoda: tu percepción, esa que crees tan fiel, es la que te hace sufrir. Y la gran pregunta es: ¿por qué hacemos esto? ¿Por qué repetimos siempre el mismo disco rayado?
La respuesta… Bueno, no tengo una que sea definitiva. Si lo supiera, estaría dando charlas en la NASA, no escribiendo newsletters.
Sin embargo, en “Un curso de milagros” y el budismo le echan la culpa al ego. ¿Qué es eso del ego? Si quieres una introducción, aquí tengo una muy buena.
Pero, en resumen, si te atreves a cuestionar tu forma de ver las cosas, puedes cambiar tu vida. No porque te vayas a volver millonario de la noche a la mañana, sino porque tal vez vas a sufrir menos. Harto menos en realidad.
La mayoría de nuestras penas son simples “errores de percepción”. Y la clave para sanar, como lo dice “Un curso de milagros”, es “corregir esa percepción”.
Para cerrar, hoy terminé el libro UCDM después de cuatro años. Estoy feliz de haber llegado al final pero con más preguntas que respuesta como siempre.
En fin, esta newsletter fue tranqui. La próxima no lo será, lo digo MUY en serio. A veces hay que tantear terreno.
Gracias por leerme y buen domingo,
Ignacio