Si te sentiste identificada con estas dos heridas, eres de mi grupo. Sé perfectamente cómo operan estas dos heridas porque son las que tengo yo. Si tienes estas dos heridas es muy posible que veas a tus padres como niños y sientas que es tu responsabilidad cuidarlos. Dada tu herida de la injusticia es muy probable que hayas destacado con mucha facilidad en el mundo intelectual, y que por ende, cuentes con una buena situación ecónomica y que la gente solicite tu ayuda constantemente para solucionar cualquier problema. Esta misma herida de la injusticia, te hará sentir que es injusto que los demás usen tu tiempo para sus necesidades, pero dada tu herida del abandono, te sentirás culpable si no ayudas a los demás. Es muy probable que la relación de tus padres se trate de esto; de reducir culpa. La herida de la injusticia hace que las personas sean un tanto más frías y distantes, que no conecten con la idea de “extrañar” a alguien. Y como el mayor miedo de la injusticia es parecer frío, esto se compensa haciendo favores, ocupandose de los demás y dejando de lado nuestra vida por otros. La herida del abandono hace que la culpa sea cada vez mayor, y como la herida del abandono implica ser casi psiquico con las emociones de los demás, es posible que sintamos que es nuestra responsabilidad que nuestros padres sean felices o inclusive nuestras parejas.
El problema de estas dos heridas en conjunto es que nos hacen creer que no tenemos tiempo para una relación de pareja, o que de tenerla, será una carga. Otra persona más a la cual cuidar y atender. Por lo cual, desde estas dos heridas existe una dualidad. Por un lado, nos convencemos de que seremos felices estando solos, sin una pareja y en total independencia, pero por otro, nuestra herida del abandono, nos hace sentirnos totalmente desamparados al alcanzar dicha independencia.
Para sanar estas dos heridas es imperativo restaurar nuestro rol de hijo. Esto podrás llevarlo a cabo en los ejercicios finales en donde veremos los órdenes del amor (Lección desordenes familares). Una vez en el rol de hijo y aceptando la posibilidad de recibir ayuda por parte de nuestros padres, es que abrimos la posibilidad a tener una pareja.
También es necesario trabajar sobre las creencias limitantes que tenemos respecto a lo qué es una pareja. Durante 10 años yo tuve la creencia de que una relación de pareja me iba a alejar de mis metas, y por ende, elegía relaciones imposibles para así no tener relaciones reales. Trabajaremos sobre esto en el Origen familiar.