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La paradoja del control

Mantén todo bajo control, eso es lo que nos dijeron. Nos convencieron de que la seguridad residía en anticiparnos a las cosas y, sin siquiera darnos cuenta, perdimos algo tremendamente importante: la confianza.

El control es una forma de sentirse seguro ante la impredecibilidad de la vida. Sin embargo, esta búsqueda de seguridad nos lleva a una eterna paradoja. Decimos que soltaremos el control cuando nos sintamos seguros, pero, generalmente, dentro de los requisitos que establecemos para sentirnos seguros se encuentra el “tener más” ingresos, activos, negocios o los mismos seguros de vida, auto, incendios y una infinidad de otros. Esto se traduce en tener aún más cosas que controlar.

Pareciera que aquellas cosas que supuestamente nos hacen sentir seguros, en realidad nos traen más cosas que controlar en nuestra vida. Y el problema es que olvidamos que en realidad, la seguridad tiene que ver con la confianza. Y la confianza es un estado interno. Puedes tener todo el dinero del mundo, todos los seguros de vida que existan, pero no te vas a sentir seguro a no ser que aprendas a confiar en los demás y en la vida misma.

Necesitamos encontrar un equilibrio. Está bien crecer en riquezas e intentar obtener ciertas garantías que aseguren, dentro de lo posible, nuestro futuro y el de nuestra familia, pero también es necesario cultivar nuestra seguridad interna si es que queremos estar realmente tranquilos.

Por lo que a mí parecer, una vez que alcanzamos cierto grado de seguridad exterior es cuando surge la necesidad de comenzar a recuperar la seguridad desde el interior.

Control Transmitido:

Como mencioné, la confianza en la vida y en los demás no es algo que debamos adquirir, sino más bien recuperar. Nacemos confiando plenamente en nuestra madre y en la vida misma, pero por ciertos motivos que nombraré a continuación, vamos perdiendo esa confianza y la reemplazamos por el control.

Culturales: Existe una cultura que nos enseña y promueve tener todo, absolutamente todo, bajo control, al existir la creencia de que el mundo es un lugar inseguro y que las personas de tu alrededor buscan dañarte. Tristemente, esto nos lleva como individuos a grandes niveles de estrés y ansiedad.

Familiares: Las mismas presiones culturales son absorbidas por nuestra familia, en mayor o menor medida, y luego son transmitidas a nosotros desde nuestra infancia.

Experienciales: También existen experiencias, como la traición (ya sean mentiras, infidelidades, estafas u otras), que nos llevan a pensar y corroborar que el mundo es un lugar inseguro y que es mejor no confiar.

Emocionales: Dentro de las experiencias que tuvimos en la infancia, aquellas que tienen que ver con habernos sentido vulnerables, desprotegidos o sin tener a quién acudir, pueden llevarnos a querer controlar nuestro entorno y a los demás para sentirnos seguros.

Tal como ves, vamos aprendiendo a desconfiar y a suplir nuestra sensación de inseguridad a través del control. Sin embargo, la misma búsqueda de control generalmente se traduce en mayores niveles de estrés y ansiedad, lo que solo aumenta nuestra desconfianza en la vida. Básicamente, la solución que la sociedad nos propone no funciona.

Necesitamos ir más allá.

Necesitamos desaprender la necesidad de control transmitida.

Confianza Adquirida

Para sanar, necesitamos encontrar contradicciones en lo que pensamos que es real.

También necesitamos aceptar verdades duras.

Si actualmente creemos que el mundo es un lugar inseguro y que las personas no son de fiar, entonces debemos empezar a buscar experiencias que contradigan este sistema de pensamiento.

Si actualmente preferimos no confiar en los demás, creer que estamos solos y que nadie vendrá en nuestra ayuda, significa que ya estamos experimentando un tremendo dolor. Por lo que ahora solo queda elegir: ¿Qué dolor prefieres? ¿El de no confiar en nadie o el de atreverte a confiar y a veces decepcionarte? ¿El de ver el mundo como un lugar hostil o el de ver un mundo amoroso y a veces decepcionarte?

Como puedes ver, volver a confiar en realidad es una apertura, no una garantía.

Es abrirse a que las cosas puedan ser distintas. Que las cosas puedan llegar a resultar bien.

Básicamente, es abrir la puerta a que la vida nos contenga nuevamente.

A pesar de que tengamos cientos o miles de experiencias que nos confirmen la idea de que el mundo es un lugar inseguro, necesitamos focalizarnos en las experiencias que nos confirman lo contrario. Enfocarnos en lo bueno en las personas que nos rodean, escuchar a quienes plantean otra visión de mundo, prestar atención a las miles de iniciativas que buscan un mundo mejor, etc.

Hay una frase que escuché en una serie llamada “Avatar” que veía cuando era niño, sin entenderla muy bien, y que volví a ver de adulto. La frase decía:

«Si buscas la luz, a menudo podrás encontrarla… pero si buscas la oscuridad, es todo lo que verás siempre»

Esta misma apertura, el abrir el corazón y atrevernos a confiar, al mismo tiempo nos va dirigiendo a la práctica de la rendición. Que es simplemente aceptar los procesos naturales de la vida. No todo es blanco o negro. Todo tiene su proceso, hay tiempos duros, hay tiempos de alegrías y la verdad es que ambos vuelven una y otra vez.

En tiempos difíciles, la tarea es mantener la esperanza en que la tormenta pasará. Como todo.

Otro punto válido, que ancla una experiencia en nuestra memoria, es la gratitud. Más que solo enfocarnos en las experiencias en las que confiamos en los demás y en la vida y las cosas resultaron bien, también es importante agradecerlas y experimentar esa gratitud. Vibrar con esa confianza.

Y en último lugar, pero no menos importante.

Necesitamos confiar en nosotros mismos. Que pase lo que pase, encontraremos la forma de solucionarlo y reponernos.

Necesitamos recuperar la confianza en nuestras propias capacidades, en esa tremenda resiliencia que tantas veces nos sacó de situaciones duras.

Conectar con esa certeza, de que pase lo que pase, estaremos ahí para nosotros.

Sigue confiando, sigue buscando lo bueno en las personas.

Mantén el corazón abierto, redefine lo que significa ser vulnerable y entiende que la verdadera fortaleza es confiar incluso cuando el mundo te invita a no hacerlo. Mantener un corazón abierto es la verdadera valentía.

No dejes que las experiencias de nuestra sociedad, nuestra familia y nuestro propio pasado te priven de confiar en las personas que más amas. De experimentar seguridad en tu propia casa.

Recuerda que no fueron ellos quienes te hirieron,

y también recuerda que la gente que te hirió son personas que fueron heridas antes por el mismo sistema social, cultural y familiar.

No se trata de justificarlos, se trata de comprender.

Porque solo la comprensión nos puede llevar a soltar el rencor.

Y poco a poco aprender a confiar de nuevo en los demás

y conectar con esa gratitud y apertura.

Gracias por leerme,

Espero que esto pueda ayudar.

Imagen del autor

Quién soy yo?

Mi nombre es Ignacio Urzúa, me dedico a realizar acompañamientos uno a uno para ayudar a las personas a identificar y romper patrones de pensamiento y comportamiento repetitivos que limitan su vida. Me centro en explorar la infancia y la historia familiar de mis consultantes para entender y abordar los conflictos recurrentes en sus vidas.

Los beneficios de este acompañamiento incluyen el desbloqueo de obstáculos en las relaciones, la mejora de la calidad de las relaciones, la identificación de creencias limitantes, la reducción del estrés y el fomento del amor propio. La mayoría de mis consultantes describen las sesiones como un gran despertar, al darse cuenta hasta qué punto repetían su historia familiar y dirigían su vida en base a sus heridas de infancia.

Estaré encantado de acompañarte en tu proceso. 

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