Hablemos con total honestidad.
¿Realmente crees que hablar sobre los problemas diarios es suficiente para sanar?
Hoy en día, muchos piensan que basta con hablar para mejorar, que simplemente conversando las cosas eventualmente se sanan. Pero no lo veo así, y ciertamente no creo que tenga sentido hablar crónicamente sobre los problemas del día a día, menos durante años, cuando el verdadero problema ni siquiera se encuentra ahí.
La calidad de nuestra vida depende de las historias que nos contamos en la cabeza: de cómo ha sido nuestra vida, de cómo hemos superado esos 5-7 momentos más duros o desafiantes de nuestro pasado. Si la calidad de nuestra vida depende de esas historias, entonces quien controla la narrativa es quien tiene el verdadero poder. Este es precisamente el poder que muchas veces cedemos, dejando intactos esos puntos álgidos de nuestra vida, sin importar que hasta hoy se sientan como una historia de terror.
Si alguien realmente quiere sanar, no perderá el tiempo hablando de su día a día. Irá profundo, precisamente a encontrar y transformar esos puntos de dolor. Recuerdo un consultante que llegó a la primera sesión con una lista clara y precisa de lo que quería trabajar. No perdió tiempo en lo superficial, tenía claro que para ver cambios en su vida había que ir profundo. Casi me paré a aplaudir.
Yo no sané ni transformé mi vida y mis relaciones conversando. Lo hice con acciones concretas y profundamente difíciles. Como reunirme con mi padre biológico después de 18 años sin verlo para enfrentar mis fantasmas. Como reencontrarme con mi media hermana. Como poner límites en la relación con mis padres. Como independizarme antes que todos mis pares. Como volver a usar mi apellido Urzúa sin importar las consecuencias (que han sido varias, pero aquí estoy). Como mirar mi infancia una y otra vez buscando transformar los puntos que duelen. Como buscar incansablemente recursos para llevar de la mejor manera mi paternidad y mi relación de pareja.
Obviamente, no hice esto solo. Tuve una gran guía en los inicios de este proceso. A mis 21 años, una gran maestra y amiga me dijo dos cosas que marcaron mi vida: la primera fue “tu depresión es tu forma de vengarte de tu mamá por haberla tenido que cuidar.” Y la segunda, “si quieres ser terapeuta, tienes que confrontar los temas con tu padre; sino, vas a ser un farsante.”
Esas dos frases me empujaron a cambiarlo todo. Ella no me sanó, me empujó al hoyo que tanto temía, para que dejara de tenerle miedo y aprendiera a salir de él. Fue en medio de ese proceso que comencé a sanar. Me transformé en el protagonista de mi historia, dejando de ser víctima de la misma, a medida que indagaba y actualizaba mis puntos de vista.
Como puedes ver, la conversación puede ser una herramienta poderosa si nos lleva a actuar sobre estos puntos críticos de dolor. No se trata solo de hablar, sino de confrontar y tomar decisiones difíciles.
Si quieres cambios reales en tu vida, revisa tus puntos de dolor. Encuentra esas edades más difíciles de tu vida y trabájalas. Yo, en cada sesión con mis consultantes, anoto siempre 8 a 10 puntos claves a trabajar. De hecho pregunto “¿cómo estuvo tu semana?” por cortesía, pero nunca es el foco. A los 2 o 3 minutos cambiamos el tema y voy directo a lo que tenemos que procesar.
La reflexión, el confrontar las áreas que nos duelen, es el impulso necesario para tomar acciones.
Pero sin acciones, nada cambia.
Un abrazo,
Ignacio.