Hablemos claro. La ansiedad no es tu enemiga, aunque a veces parezca que te quiere arruinar la vida. Ataques de pánico, pensamientos que no paran, insomnio… seguro ya conoces esa historia. Pero, ¿y si te dijera que esos síntomas tienen un propósito? No, no te estás volviendo loco, aunque lo parezca.
La ansiedad aparece cuando tu mente está en guerra. Una parte de ti dice que no te afecta, que estás bien, pero la realidad es otra. Algo te duele, y lo estás evitando.
Cuando sientes ansiedad, esa es la señal clara de que hay algo que no quieres enfrentar. Un dolor del pasado que sigues intentando ignorar. Pero por más que lo niegues, ese dolor siempre regresa.
Y aquí es donde se pone más difícil: los síntomas a menudo parecen no tener explicación. No entiendes por qué te sientes así. Haces como si todas esas situaciones duras que viviste en tu infancia, o esos conflictos familiares, o las relaciones complicadas que tuviste, no te afectan. Pero te aviso: rara vez sufrimos por lo que está pasando hoy. Sufrimos por lo que pasó antes.
Aquí va lo importante: la ansiedad tiene un propósito. Tu mente no puede aguantar toda esa energía acumulada, y la única forma de liberarla es a través del cuerpo: dolores, malestares, ataques de pánico. Es tu cuerpo gritando lo que no quieres escuchar.
Y no es solo que no quieras escucharlo. A veces, sin siquiera darte cuenta, construiste un muro para protegerte de ese dolor. Y lo peor es que ese muro no es solo tuyo. Lo vienes cargando desde antes, de generaciones que tampoco se atrevieron a hablar de lo que les dolía. ¿Resultado? Todo ese dolor no procesado te lo heredaron. Así, terminas cargando no solo con tus heridas, sino con las de toda tu familia.
¿Y qué pasa entonces? La energía reprimida de esos conflictos se sigue acumulando, y aunque intentemos liberarla un poco de vez en cuando, si no llegamos a la raíz del problema, esa energía siempre vuelve. Siempre.
¿Qué hacer? Primero, necesitas descargar un poco de esa energía. Busca formas de liberar toda esa rabia o tristeza que llevas acumulando durante meses, tal vez años. Esto puede ayudarte a aliviar los síntomas por un tiempo.
Pero después, hay que ir más profundo. Descubrir qué propósito tienen esos síntomas. ¿De qué te están protegiendo? Aquí es donde tienes que empezar a revisar tu infancia. Tal vez nunca te sentiste tan seguro como pensabas. Quizás pasaste demasiado tiempo solo. O quizás las personas que debían cuidarte fallaron, y ahora has perdido la confianza en la vida.
Y no te olvides de ir más atrás. Muchas veces el conflicto tiene su raíz en tu historia familiar. Si tus padres vienen de historias cargadas de dolor —violencia, maltratos, conflictos económicos—, por más que hayan intentado darte lo mejor, es probable que te hayan transmitido sus miedos. Y esos miedos ahora viven en ti.
Al final, lo que quiero que transmitir es esto: todo lo que te pasa tiene sentido cuando miras tu pasado. Es coherente. La ansiedad y los síntomas que experimentas no están ahí por casualidad. No es una maldición ni un castigo. Es un pasado que está pidiendo ser atendido. Y si no lo miras, la angustia seguirá acumulándose en tu interior.
Te vuelvo a presentar mi programa gratuito llamado “Confrontar”, un espacio creado para que entiendas tu dolor y le pongas nombre. Aquí no se trata de ignorar lo que te agobia, sino de enfrentarlo.
En este ebook escribí todo lo que me hubiera gustado saber a mí a mis 21 años, cuando veía el tremendo sufrimiento que le causaban los ataques de pánico a mi madre. Afortunadamente ella pudo sanar, y en este ebook está gran parte de ese proceso de ir al a raíz conflicto.
No te puedo prometer resultados, porque tampoco estoy intentado venderte nada. Sólo sé que el programa es tremendamente potente y creo firmemente que si la ansiedad te está jugando una mala pasada, te puede ayudar.
Te dejo el link:
Un abrazo,
Ignacio.