Hay algo que me dio vuelta mi mundo hasta el día de hoy.
Una frase, en el momento justo.
Tenía 21 años, a punto de cumplir 22. Había dado mi primera sesión de transgeneracional como “terapeuta”.
Duró 16 minutos.
Sí, ni más ni menos.
16 minutos y después no supe qué más decir ni hacer.
Ahí entendí lo poco que sabía y lo mucho que me faltaba. Se me ocurrieron miles de formaciones que “necesitaba” tomar.
En otras palabras, me sentí un impostor.
Y mis maestras de ese entonces me lo dejaron claro:
“Si te dedicas solo a aprender sin atender, vas a ser igual que la gran mayoría de terapeutas que nunca ejercen.”
Boom.
Me vinieron a la mente esos profesores de psicología que decían que vivir de sesiones 1 a 1 era casi imposible.
Ese día entendí porque lo decían.
El síndrome del impostor existe y nos jode a todos.
Pero el problema no es tenerlo.
En mi soberbia opinión, el problema es verlo como algo malo.
Y peor aún, no saber usarlo a tu favor.
Es como el miedo a la oscuridad. Puedes hablar de él, analizarlo infinito, hacer terapia… lo que se te pinte! pero al final del día, lo único que realmente sirve es apagar la luz y quedarte ahí hasta que tu cuerpo entienda que todo está bien en medio de esa incómididad.
Lo mismo con el síndrome del impostor. Puedes buscar validación, juntar títulos, esperar el reconocimiento de otros… pero NADA, absolutamente nada, te va a salvar de la incomodidad. Solo atravesarlo.
Lo que hagas con eso es lo que marca la diferencia.
Yo lo usé como un motor.
El hecho de no tener un título de psicología me hizo escribir un libro. Y no cualquier libro. Uno con más de 100 referencias bibliográficas, sacadas de papers y de los máximos referentes en psicología y psiquiatría. En realidad es como un paper pero 300 páginas.
Me forzó a encontrar casi todas las bases científicas, filosóficas, psicoanalíticas y socioculturales del transgeneracional hasta esa fecha.
Y después de eso, creé una formación.
Y aquí viene lo interesante:
Cuando lancé la primera edición de la formación en transgeneracional, sentí otra vez esa sensación de “¿quién soy yo para hacer esto?”
Pero en vez de paralizarme, lo usé a mi favor.
De hecho, en la tercera edición, una alumna me notó distinto en la primera clase. Me vio menos seguro y, de hecho, con mucho cariño me lo dijo por interno. ¿Y qué hice? El 21 de abril del 2024 armé una newsletter contando cómo mis fantasmas del pasado casi sabotean la formación.
Pero también, lo usé como motor.
Esa misma semana reestructuré todo.
Le di la vuelta a la formación y terminé haciendo la mejor edición hasta la fecha.
Y no lo digo yo.
Los testimonios están en mi página.
Ahora, si eres terapeuta, coach o trabajas con personas y quieres aprender a guiar procesos de transformación real a nivel transgeneracional, la formación está abierta.
No es para cualquiera.
No es teoría para acumular información y sentirse productivo sin moverse del lugar.
Es para quienes quieren aprender, sí, pero también quieren aplicar.
Porque lo que realmente te hace avanzar no es sentirte listo. Es hacer.
Y si te sientes un impostor, mejor.
Significa que vas por buen camino.
Aquí está toda la info: ignaciourzua.com/formacion-transgneracional
Eso.
Te manda un abrazo un impostor!! jajajaja