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¿Cómo manejar el dolor sin perdernos a nosotros mismos?

Como seres humanos estamos constantemente buscando sentirnos bien y evitar el dolor. Es sentido común, nadie quiere sufrir.

Pero, vivimos en un mundo en donde sí existe el dolor y, por mucho que tratemos de evitarlo o protegernos de él, eventualmente tocará nuestra puerta. Es inevitable.

Y es este justamente el problema, cuando el dolor toca nuestra puerta hacemos oídos sordos. Tratamos de hacer como que no está ahí y continuamos en nuestra búsqueda de felicidad, sin darnos cuenta, o sin saber, que evitar emociones o situaciones es evadir la vida misma.

Por ejemplo, muchas personas luego de terminar una relación de pareja, inmediatamente comienzan a salir con sus amigos, emborracharse e ir a bailar, como una forma de no sentir el dolor. Incluso al poco tiempo deciden conocer a alguien más y así evitan el duelo de la relación anterior. Pero esto no funciona. No se puede sanar el dolor que no nos permitimos sentir.

A la larga, todos estos mecanismos de evasión se traducen en una desconexión total de nosotros mismos, nos perdemos.

Perderse a uno mismo significa permitir que el dolor dirija nuestra vida, cerrar la puerta. Es renunciar a nuevas relaciones porque sufrimos, dejar de confiar en otros por una traición, evitar conducir después de un accidente, en definitiva, es evitar vivir.

Mientras más evadimos el dolor, más perdidos nos sentimos.

Dejamos de crecer, dejamos de empujarnos y nos estancamos. Porque no existe crecimiento donde no hay incomodidad.

Necesitamos encontrar el punto medio, aprender a contener nuestro dolor sin hundirnos en él.

El punto medio

El dolor es inofensivo pero generalmente no lo vemos de esa manera y, por el contrario, pensamos que si nos detenemos a sentir nuestra tristeza, nuestra rabia o nuestro miedo nos desmonaremos. Por lo que optamos por defendernos con nuestra mente, diciendo “hay gente que le ha tocado peor”, “no es para tanto”, “ya va a pasar” o “no tiene importancia”. Palabras que sólo invalidan nuestro sentir.

He aquí la pregunta central de este escrito: ¿Tratarías a alguien más de la misma manera en que te tratas a ti mismo, invalidando tus sentimientos?

Probablemente no.

¿Por qué no? Porque es más fácil tener compasión por los demás que por uno mismo.

Compasión

El punto medio, acorde a Ram Dass, es la compasión: estar con el dolor desde el corazón manteniendo una mente clara, sabiendo que todo está bien, que es solo un proceso y que no estamos desmoronándonos.

Es como la claridad que mantiene la semilla al ser hundida bajo la tierra, commprendiendo que no está siendo enterrada, sino sembrada.

El punto medio implica permitirnos sentir y expresar el dolor de la mejor manera que conozcamos (escribiendo, pegándole a un cojín, observándolo, escuchando música que nos ayude a sentir, etc), manteniendo la claridad de que esto es sólo un proceso. No hay nada de malo en ello.

Permítete estar con tu dolor de la misma forma que acompañarías a otra persona en su dolor. No necesitas subir el ánimo, encontrar soluciones, dramatizar o invalidar; simplemente necesitas estar presente.

Siente la sensación, mantén la curiosidad sobre lo extraño que es sentir un nudo en el pecho o en la garganta. Obsérvalo lo más que puedas sin juzgarlo ni darle significado. Sólo permítete sentir lo que está ahí y observa qué sucede a medida que dejas de luchar contra ello.

Quédate en la sensación y verás cómo, sin ningún esfuerzo, la compasión emerge.

La compasión lleva a la verdad sobre nosotros mismos, pero no puedo explicar esto ni tampoco conozco tu verdad. Pruébalo y sabrás a qué me refiero.

Gracias por leerme,

Buen domingo!

Imagen del autor

Quién soy yo?

Mi nombre es Ignacio Urzúa, me dedico a realizar acompañamientos uno a uno para ayudar a las personas a identificar y romper patrones de pensamiento y comportamiento repetitivos que limitan su vida. Me centro en explorar la infancia y la historia familiar de mis consultantes para entender y abordar los conflictos recurrentes en sus vidas.

Los beneficios de este acompañamiento incluyen el desbloqueo de obstáculos en las relaciones, la mejora de la calidad de las relaciones, la identificación de creencias limitantes, la reducción del estrés y el fomento del amor propio. La mayoría de mis consultantes describen las sesiones como un gran despertar, al darse cuenta hasta qué punto repetían su historia familiar y dirigían su vida en base a sus heridas de infancia.

Estaré encantado de acompañarte en tu proceso. 

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