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La felicidad es saber adaptarse

Sufrimos porque elegimos sufrir.

Hace miles de años, Buda lo dijo: el sufrimiento es opcional.

Pero ¿Cómo puede ser que estemos eligiendo sufrir? ¿No sería acaso ir en contra del sentido común?

En el 2022, junto con la Caro, mi pareja, decidimos irnos de Santiago a vivir a Vichuquén. Queríamos una vida distinta, alejada del ruido, el estrés y el caos de la ciudad.

Sonaba perfecto para nosotros, pero no lo fue para mí.

Las primeras semanas se sintieron como unas vacaciones en el campo, todo muy tranquilo, relajado y con mucha paz, pero al poco tiempo esa misma paz se volvió caótica para mí.

El silencio, el no tener que correr a ningún lado, tener tiempo de sobra y la presencia de la tranquilidad de la naturaleza me hicieron sentir en un corral ajeno. Además, estar lejos de mis amigos y no tener con quién pasar el rato hizo que me sintiera totalmente aislado y lejos de todo lo que conocía.

Todo lo que pensaba era que fue un error y que debíamos volver a Santiago.

En medio de eso, nos enteramos que íbamos a ser padres. Lo que para mí fue una clara señal de que mi vida estaba cambiando y que tenía que trabajar mi propia resistencia a lo nuevo.

Fue así que me propuse aprender a disfrutar de lo que tenía en vez de seguir anhelando lo que me faltaba.

Por lo que decidí armar una rutina que me diera una pequeña estructura en la cual volverme a sentir seguro, en casa. Me levantaba en las mañanas a cortar leña, prendía la Bosca (o calefactor a leña), luego me iba a leer un libro expuesto a los primeros rayos del sol que salían, para después preparar mi clásico desayuno de huevos con palta. De ahí empezaba a trabajar, luego venía el almuerzo, una rica caminata frente al lago, regar y continuar atendiendo. Para ya en la noche preparar un picoteo y ver una película con la Caro.

Fueron días mágicos para mí. Fui tremendamente feliz una vez que aprendí a disfrutar lo simple, lo cotidiano.

Siempre tenemos elección.

No podemos elegir necesariamente las experiencias que vivimos, hay cosas que simplemente llegan o a veces tomamos decisiones que no tienen fácil vuelta atrás. No podemos revertir los pasos que dimos, no podemos elegir ser millonarios de la nada, ni tampoco podemos elegir que nuestro entorno cambie. Pero sí hay una sola cosa que podemos elegir, la forma en que vamos a reaccionar.

Dicen que hay dos maneras de hacer las cosas: por las buenas y por las malas. Y esto es una simple elección. Podemos elegir seguir quejándonos, culpando a los demás, culpando a Dios, victimizándonos, criticando, enojándonos, etc., lo que no cambiará absolutamente nada nuestra situación, o podemos elegir hacer las cosas por las buenas. Intentar encontrar lo que nos gusta y enfocarnos en eso que está disponible en este momento. No se trata de conformarse, sino de dejar de sufrir inecesariamente. Es básicamente adaptarse.

La felicidad es saber adaptarse.

La felicidad es sobre adaptación.

Es fácil sentir alegría en los picos de la vida, al experimentar un logro o en las vacaciones.

¿Pero qué pasa con el resto de los días?

Estamos en un período en donde nos hemos vuelto adictos a la dopamina, a tal nivel que la vida de muchos pareciera ser esperar el fin de semana.

O esperar 50 semanas para tener 2 semanas de “felicidad”.

¿Acaso este modelo está funcionando?

Esperamos con ansias ese momento que le da sentido a la vida, olvidando que vivir es el sentido.

Ser Inquebrantable:

Recuerdo que en el colegio, cuando estaba en segundo medio, llegó un nuevo compañero de Venezuela. A mi parecer, era extremadamente inteligente, y no, no era por sus calificaciones, sino porque se adaptó a un nuevo país y a un nuevo colegio en pocos meses.

La adaptación es el principio de supervivencia. Realmente, como seres humanos, somos capaces de adaptarnos a todo, incluso al dolor.

Aquí hay algunos de los pasos que a mí me sirvieron:

  • Crear una rutina
  • Ir mejorándola constantemente
  • Disfrutarla
  • Repetirla
  • Tener certeza total sin obsesión

Cada situación de nuestra vida puede ser un poco más fácil si logramos adaptarnos a ella. Para ello, hay algo que nos ha resultado bastante bien como humanidad: crear rutinas.

La presencia de una estructura nos da calma. Saber qué va a pasar es algo que nos da la sensación de seguridad, y lo cierto es que en cada escenario de nuestra vida, por complejo que sea, podemos establecer una pequeña estructura. Aunque sea algo tan simple como establecer pausas para tomarnos un café en medio del trabajo.

Al principio, cuando intentamos crear una rutina, es común que no seamos tan ocurrentes y sea algo muy simple. Pero con el paso de los días y las semanas, podemos ir mejorándola.

Al menos cuando fui papá y con Caro acordamos quién le hacía las siestas y a qué horas, recuerdo que establecí una rutina basada en la siesta de Rai. Cuando me tocaba portearlo, realizaba una lección de un curso de milagros mientras él dormía, aprovechaba de estudiar una hora y media el diplomado que estaba haciendo (que era aproximadamente lo que dormía) y después, cuando despertaba, lo llevaba al jardín en el coche y me acompañaba a hacer TRX media hora. Luego, le tocaba a Caro estar con él y yo me iba a trabajar. Fue curioso que en los primeros meses de la paternidad, cuando supuestamente no iba a tener tiempo para nada, creo que fue el período en que más avancé en mi carrera.

Y bueno, lo más importante es permitirnos aprender a disfrutar la rutina. Al principio será tediosa, es probable que nuestra mente esté acostumbrada a grandes picos de adrenalina para sentir felicidad, pero es algo que con el paso del tiempo podemos ir desprogramando y así, cosas tan simples como una pausa para un café nos puede hacer sentir plenos.

Todo tiene su proceso de maduración, podemos seguir persiguiendo las mismas metas de siempre pero en calma, en paz. Disfrutando el día de la mejor manera que podamos idear.

Espero que esto te haya servido tanto como a mí. Al menos, estos pasos me permitieron abrirme a un nuevo estilo de vida. Ahora vivo en un campo y la verdad es que no veo la forma de poder aburrirme o sentirme aislado como antes.

Imagen del autor

Quién soy yo?

Soy Ignacio Urzúa, y me dedico a algo muy simple, pero poderoso: ayudarte a soltar el peso que no es tuyo. Trabajamos juntos, uno a uno, para desarmar patrones y creencias que vienes cargando desde tu infancia y que hoy te frenan. Esos bloqueos que sabotean tus relaciones, tu tranquilidad y hasta tu autoestima tienen un origen, y mi trabajo es acompañarte a encontrarlo y liberarlo.

No te prometo milagros, pero sí claridad. Mis consultantes suelen decir que estas sesiones son como quitarse una venda de los ojos: descubren cómo la historia familiar que cargaban estaba dictando sus decisiones y repitiéndose en su vida. Si estás listo para dejar de pelear con el pasado y empezar a vivir la vida que quieres en vez de la que quieres, aquí estoy. 

Formación integral en Transgeneracional

Llega a la raíz de los conflictos emocionales que te frenan y aprende a guiar a otros en su sanación. Aquí no hay atajos, solo herramientas reales para transformar vidas, empezando por la tuya.

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